El derechista Likud, del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, se mantiene con fuerza meses después de ser desalojado del gobierno, tras más de una década en el poder. El actual gobierno de coalición, con una composición muy heterogénea, con participación desde la izquierda a la ultraderecha, pasando por el partido árabe Ra’am, podría perder la mayoría absoluta. Especial debilidad muestra el partido del primer ministro Naftali Bennet, que no sólo no rentabiliza el liderazgo del ejecutivo, sino que podría perder representación. Según una de las últimas encuestas publicadas, casi el 60 % de los israelíes está en cierta medida insatisfecho con el primer ministro. Sigue habiendo más partidos de Netanyahu que de cualquier otro candidato, con casi la mitad de ciudadanos apoyando al líder de Likud como primer ministro.
De acuerdo con la última media de encuestas electorales, Likud ganaría las elecciones con 34 escaños (4 más que en las elecciones de marzo). El centrista Yesh Atid también sube y se consolida en segunda posición, situándose en unos 21 escaños estimados. El centrista Azul y Blanco, el ultraortodoxo sefardí y mizrají Shas, y el ultranacionalista Ortodoxo Religioso Sionista, empatan con entre 7 y 8 escaños. Los laboristas y el ultraortodoxo asquenazí UTJ se mantienen con una estimación de 7 escaños. La media de encuestas sitúa a la árabe Lista Conjunta con 6-7 escaños; al nacionalismo secularista de Yisrael Beitenu, con 6 escaños; a la ultranacionalista Yamina, con 5-6 escaños; a la árabe Ra’am, con 4-5 escaños; a la izquierdista Meretz, con 4-5 escaños; y a la derechista Nueva Esperanza, con 0-4 escaños.
En estos momentos, el gobierno está con el proceso de elaboración de presupuestos, que parece que serán aprobados. Esto dotará de mayor estabilidad al ejecutivo y al país, retrasando unas nuevas posibles elecciones anticipadas. De no ser finalmente aprobado antes del plazo del 4 de noviembre, se disolvería el Parlamento y se iría a las quintas elecciones desde 2019.
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