El líder bielorruso Aleksandr Lukashenko (70 años), quien lleva más de tres décadas en el poder, ha sido reelegido presidente tras las elecciones celebradas el pasado domingo 26 de enero de 2025. Según los datos oficiales proporcionados por la Comisión Electoral Central, Lukashenko obtuvo el 87,5 % de los votos, asegurándose un séptimo mandato consecutivo. La participación electoral, según estas fuentes, habría sido del 85,7 %, mientras que la opción de protesta denominada «contra todos» se convirtió en la segunda más votada, con un 3,6% de los sufragios.
Estas elecciones han sido objeto de fuertes críticas tanto dentro como fuera de Bielorrusia. Los principales líderes opositores, como Svetlana Tijanóvskaya, permanecen en el exilio o en prisión, mientras que la represión contra la disidencia ha sido una constante desde las elecciones de 2020, que también fueron consideradas fraudulentas por gran parte de la comunidad internacional. La Unión Europea, Estados Unidos y varias organizaciones de derechos humanos han vuelto a rechazar los resultados, calificándolos de «simulación democrática».
Reacciones internas y el futuro del país
Dentro de Bielorrusia, la respuesta de la población ha sido más contenida en comparación con las masivas protestas de 2020, debido al férreo control estatal y al miedo a la represión. Según analistas, el alto porcentaje de participación reflejado en los resultados oficiales contrasta con la percepción general de apatía entre los votantes, lo que sugiere una posible manipulación de las cifras.
Svetlana Tijanóvskaya, líder opositora en el exilio y candidata en las elecciones de 2020, criticó duramente el proceso desde su residencia en Lituania. "Estas elecciones no representan la voluntad del pueblo bielorruso, sino un intento desesperado de Lukashenko por aferrarse al poder. No descansaremos hasta que Bielorrusia sea libre", declaró en un mensaje publicado en redes sociales.
Mientras tanto, los retos económicos y sociales de Bielorrusia se agravan. Las sanciones internacionales han impactado negativamente en la economía, y la dependencia del apoyo ruso ha limitado la capacidad del país para diversificar sus relaciones internacionales. En este contexto, la legitimidad de Lukashenko sigue erosionándose a nivel global, aunque el presidente parece determinado a mantenerse en el poder a cualquier costo.
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