El derechista radical Reform UK de Nigel Farage sigue ampliando su ventaja sobre el Partido Laborista del primer ministro Keir Starmer. Durante los últimos meses, la política británica ha estado claramente dominada por la cuestión migratoria. El punto de inflexión se produjo en julio, tras un caso criminal en Essex que desencadenó protestas antiinmigración en varias ciudades, desde Nuneaton hasta Liverpool o Bristol. Las manifestaciones, en ocasiones acompañadas de violencia y contramanifestaciones, se han extendido durante todo el verano, coincidiendo con el récord histórico de llegadas de migrantes en pequeñas embarcaciones a través del Canal de la Mancha: más de 28.000 personas hasta finales de agosto, un 46 % más que en 2024.
La presión llevó al gobierno laborista de Keir Starmer y a la ministra del Interior, Yvette Cooper, a anunciar reformas urgentes del sistema de asilo, con medidas como la aceleración de las apelaciones y la reducción del uso de hoteles para alojar solicitantes. También se planteó la creación de un cuerpo independiente que gestione los recursos pendientes, que ya superan los 100.000 casos. Estas políticas se enmarcan en la tramitación del Border Security, Asylum and Immigration Bill, discutido en la Cámara de los Lores a comienzos del verano, que pretende reordenar la legislación heredada del periodo conservador y derogar la polémica normativa sobre Ruanda.
En paralelo, el Parlamento debatió el English Devolution and Community Empowerment Bill, impulsado por Angela Rayner, que busca fortalecer la descentralización en Inglaterra y regular las incompatibilidades de los alcaldes. En el plano internacional, el 17 de julio Starmer firmó con el canciller alemán Friedrich Merz el Tratado de Kensington, un pacto de cooperación en materia de defensa y tecnología militar que refuerza el eje Londres-Berlín frente a la guerra en Ucrania, en un momento clave, tras el impulso que está tratando de dar el presidente de EEUU, Donald Trump, a un proceso de paz entre Ucrania y Rusia, si bien con grandes cesiones a la potencia agresora liderada por Vladimir Putin.
El verano también estuvo marcado por la decisión de proscribir a Palestine Action, organización de acción directa contra el apoyo británico a Israel, incluida en la lista de grupos terroristas según la Ley antiterrorista de 2000, generando fuertes críticas al gobierno desde sectores del Partido Laborista y de los grupos a su izquierda. Mientras tanto, en la oposición, el conservador Robert Jenrick se consolidó como figura populista emergente y los Verdes abrieron un proceso de liderazgo en el que Zack Polanski ha irrumpido con fuerza. Además, Jeremy Corbyn y Zarah Sultana siguen preparando el lanzamiento de un nuevo partido político de izquierdas, previsto para otoño, que podría restar una importante cantidad de apoyos y escaños a los laboristas, que se siguen enfrentando a la impopularidad del gobierno de Keir Starmer.
En este contexto, y a la espera del lanzamiento del partido de Corbyn y Sultana (que, por ahora, sólo aparece en algunas encuestas), Reform UK sigue consolidándose en primera posición, consiguiendo un 30 % de intención de voto y una ventaja de 8 puntos sobre los laboristas, que caen hasta el 22 %, acumulando casi 12 puntos de caída en apenas un año. El Partido Conservador sigue en tercera posición con un 18,5 %, un porcentaje con el que podrían quedarse con menos representación parlamentaria que los Liberal Demócratas, que con un 13 %, tienen una distribución de voto mucho más eficiente. Los Verdes se sitúan con un 9 % y el Partido Nacional Escocés continúa estable en torno al 2,5 %.

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