Las elecciones generales celebradas el 28 de abril de 2025 marcaron un profundo cambio en el panorama político de Trinidad y Tobago. Con una victoria clara, el Congreso Nacional Unido (UNC) de la ex-primera ministra Kamla Persad-Bissessar regresó al gobierno tras una década en la oposición, superando al oficialista Partido Nacional del Pueblo (PNM), que enfrentaba un creciente desgaste.
La cita electoral ha estado precedida por meses de malestar social, marcado por una ola de violencia sin precedentes, inflación persistente y percepciones de parálisis gubernamental. En marzo, el primer ministro Keith Rowley renunció repentinamente, y Stuart Young asumió el liderazgo del PNM, apostando por una elección anticipada para legitimar su mandato. La estrategia fracasó. Kamla Persad-Bissessar, quien gobernó entre 2010 y 2015, capitalizó el descontento social con un discurso de justicia social, seguridad ciudadana y rescate económico. La formación de una Coalición de Intereses con sindicatos y partidos menores le permitió ampliar su base electoral.
Amplia victoria del UNC tras 10 años de oposición
Los resultados ofrecieron una victoria clara para el UNC, que obtuvo 26 de los 41 escaños de la Cámara de Representantes, asegurando la mayoría parlamentaria necesaria para formar gobierno. El PNM, por su parte, cayó hasta los 13 escaños, lo que representa uno de sus peores desempeños electorales en las últimas dos décadas. La sorpresa la dio el Partido Popular de Tobago (TPP), que logró 2 escaños, arrebatando por completo el control de la isla al PNM, y situándose como tercer partido del parlamento.
En términos de voto popular, los datos preliminares indican un retroceso significativo del PNM incluso en sus bastiones tradicionales, donde el descontento con la seguridad y el coste de vida se tradujo en abstención o fuga de votos. El UNC, en cambio, logró movilizar a sectores populares y clases medias mediante promesas directas y una narrativa de «rescate nacional», alcanzando el 54 % del voto y superando en más de 18 puntos al PNM. Tras estos resultados, Kamla Persad-Bissessar fue oficialmente investida como primera ministra el 30 de abril, confirmando el cambio político . El nuevo mapa legislativo abre también espacio para la oposición social y política, especialmente en Tobago, donde el TPP podría ejercer un contrapeso regional relevante.

El giro populista del UNC logra triunfar
El UNC centró su propuesta en una batería de medidas concretas: aumento de salarios públicos, subsidios alimentarios, construcción de viviendas para jóvenes y una ofensiva contra el crimen mediante la creación de ministerios específicos. También prometió la reapertura del hospital infantil de Couva, laptops para estudiantes y la creación de 50,000 empleos.
Sin embargo, no faltó la retórica nacionalista: la promesa de deportar inmigrantes ilegales “por cualquier medio necesario” y el lema “Trinis first” evocaron paralelismos con la política exterior de Donald Trump, con quien Kamla ha mostrado afinidad discursiva. Desde Washington, el secretario de Estado Marco Rubio elogió su liderazgo tras su victoria electoral. Pese a este giro nacional-conservador en la retórica, que contrasta con el discurso más progresista de su anterior etapa, el programa del partido sigue siendo característico de una formación de centroizquierda.
Por su parte, el PNM, que recientemente había renovado su liderazgo con el nuevo primer ministro Stuart Young, basó su campaña en la continuidad institucional y en un enfoque tecnocrático y liberal. Propuso la creación de un Ministerio de Implementación y promesas de modernización del Estado. Sin embargo, la fórmula no logró entusiasmar al electorado, tras la acumulación de problemas en el país, con un significativo aumento de la violencia e inseguridad en las calles durante los últimos años. Incluso en Tobago, tradicional bastión del PNM, el partido fue derrotado por el nacionalista TPP, que defiende la autodeterminación de la isla.
El retorno de Kamla Persad-Bissessar inaugura una etapa de reconfiguración política. Su victoria fue leída como un mandato para el cambio, aunque también plantea interrogantes sobre el equilibrio entre su agenda redistributiva y sus propuestas de seguridad punitiva. En el plano regional, se espera un realineamiento diplomático con Estados Unidos y un mayor distanciamiento del régimen venezolano de Nicolás Maduro.
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