La política israelí se mantiene marcada por una profunda inestabilidad interna y una creciente presión internacional ante los ataques ordenados por el gobierno de Israel contra los palestinos en Gaza. Los ataques indiscriminados contra la población civil palestina siguen creando tensión interna con la oposición, no tanto como rechazo a la política expansionista israelí sino por considerarse que se pone en riesgo a los rehenes tomados por el grupo terrorista palestino Hamás. Por otro lado, las denuncias por genocidio por parte de organizaciones humanitarias y de derechos humanos siguen incrementando la presión internacional, creciendo la lista de países que han aprobado o planean el reconocimiento del Estado de Palestina.
Durante el último mes, en el plano militar, Israel intensificó también sus operaciones en el exterior. El 16 de julio lanzó bombardeos en Damasco contra el Ministerio de Defensa y la sede del Ejército sirio, con un saldo de tres muertos y decenas de heridos, justificando la acción como medida para proteger a la comunidad drusa. También se produjeron otros ataques contra posiciones hutíes en Yemen a inicios de mes.
Las acciones en Gaza y Siria incrementaron el aislamiento diplomático. Eslovenia declaró persona non grata a los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich y les impuso sanciones, medida replicada después por Países Bajos, mientras que Eslovenia anunció además un embargo total de armas. Paralelamente, en la Conferencia Internacional para la Solución de Dos Estados celebrada en Nueva York, Francia, Reino Unido, Canadá y Malta anunciaron que reconocerán oficialmente al Estado de Palestina en septiembre, algunos bajo condiciones específicas, y Luxemburgo y Portugal mostraron disposición a sumarse.
Asimismo, la interceptación en aguas internacionales de la flotilla “Handala”, que buscaba romper el bloqueo de Gaza, generó protestas diplomáticas de varios países europeos.
Por otro lado, el gobierno de Benjamin Netanyahu sufrió un duro golpe con la salida de dos de sus socios clave, los ultraortodoxos Judaísmo Unido del Torá y Shas, en medio de un prolongado conflicto por la conscripción obligatoria de estudiantes de yeshivá, centros de estudios religiosos. Este quiebre debilitó la mayoría parlamentaria de la coalición, si bien no amenaza la continuidad del ejecutivo, ante el difícil entendimiento de estos partidos con varios de los partidos de la oposición, de orientación más liberal y secular.
En este contexto, en la oposición ha surgido un nuevo contendiente para el primer ministro Benjamín Netanyahu. El ex primer ministro Naftali Bennett, que lideró en el pasado movimientos ultranacionalistas como Yanina, ha lanzado su plataforma política para hacer frente al actual gobierno, desde una posición algo más moderada con la que atraer a votantes desde la derecha hasta el centro contrarios al actual ejecutivo. Pese a su carácter religioso, adscrito al judaísmo ortodoxo moderno, Bennett se muestra distanciado de la alianza de Netanyahu con los ultraortodoxos, mostrándose en contra de su influencia en el gobierno y siendo favorable a la conscripción militar de los ultraortodoxos. Además, Bennett es crítico con el aislamiento internacional en el que se está viendo el país en los últimos años de gobierno de Netanyahu. Así, ha situado como uno de los principales objetivos recuperar la unidad interna del país frente a la política divisiva de Netanyahu, a la vez que se refuerza la seguridad del país.
Bajo esta plataforma Bennett ha conseguido atraer a buena parte de los votantes opositores a Netanyahu, haciéndose con una estimación de 25 escaños, según la última media de encuestas electorales. Se sitúa así a apenas un par de escaños de la estimación del Likud de Netanyahu, con 27, por debajo de su último resultado electoral. La actual coalición de Netanyahu, incluso sumando a los ultraortodoxos que acaban de abandonarlo, no sumaría mayoría parlamentaria.
Por debajo se quedan el centroizquierdista Demócratas (11), el centroderecha secularista de Israel Nuestra Casa (10-11), los ultraortodoxos Shas (9) y UTJ (7-8) o el centrista Yesh Atid (8). El ultraderechista Poder Judío se queda con una estimación de 6 escaños y el centrista Unidad Nacional baja hasta los 5 escaños estimados, empatando con los árabes Ra’am y Hadash Ta’al. El ultranacionalista ortodoxo Partido Religioso Sionista, se sitúa con una intención de voto que ronda la barrera electoral del 3,25 %, que de superar les aseguraría mantener 4 escaños.

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