El 17 de septiembre de 2006 cambió en buena medida la política de Hungría. La filtración de un discurso del entonces primer ministro socialista Ferenc Gyurcsány, conocido como discurso de Őszöd, reconociendo haber mentido a los ciudadanos húngaros sobre la situación económica del país para ganar las elecciones, llevó al descrédito de su espacio político y la vuelta de un Viktor Orbán que ya había sido jefe de gobierno, en una versión más conservadora y nacionalista. Las consecuencias de aquel suceso y la legislatura que le siguió siguen muy presentes hoy en el país.
Y es que el impacto del discurso de Őszöd no solo se limitó a la crisis inmediata que desató en 2006, sino que sus repercusiones a largo plazo se han sentido durante los últimos 18 años, transformando profundamente la política húngara. La mentira confesada por Ferenc Gyurcsány en su reunión con el Partido Socialista no solo destruyó la credibilidad de su gobierno, sino que también acabó desencadenando en la victoria aplastante de Viktor Orbán en las elecciones de 2010. La supermayoría de más dos tercios obtenida por Fidesz le permitió a Orbán reconfigurar el sistema político y consolidar un régimen de «democracia iliberal» que ha cambiado radicalmente el sistema político de Hungría.
El contexto: La situación económica y política en Hungría
A mediados de la década de 2000, Hungría enfrentaba importantes problemas económicos. El país acumulaba un déficit presupuestario significativo, con la deuda pública disparándose: en 2002, al llegar el MSZP al gobierno la deuda pública era del 52 % del PIB y en 2006 ya alcanzaba el 64 %. Aunque Ferenc Gyurcsány había asumido el liderazgo del MSZP en 2004 y era visto por algunos como un líder dinámico y carismático, los problemas estructurales de la economía del país comenzaron a erosionar la confianza en su gobierno. Durante la campaña electoral de 2006, el gobierno socialista ocultó la verdadera magnitud de la crisis fiscal, prometiendo a los votantes mejoras económicas inviables y evitando la comunicación de la necesidad de medidas impopulares. En este contexto, el MSZP logró una ajustada victoria en las elecciones parlamentarias de abril de 2006.
Sin embargo, poco después la situación se volvió insostenible. Durante una reunión cerrada con miembros de su partido en la localidad de Balatonőszöd, a finales de mayo de 2006, Gyurcsány admitió haber mentido para ganar las elecciones. En su discurso, de más de 25 minutos, fue completamente honesto sobre el verdadero estado de la nación y la incapacidad de su gobierno para implementar reformas serias, describiendo la situación como «sin precedentes» y afirmando que «Hungría había hecho trampa».
La filtración del discurso: “Mentimos mañana, tarde y noche”
Lo que no sabía el entonces primer ministro es que aquel discurso fue grabado. El 17 de septiembre de 2006, una grabación fue filtrada a los medios de comunicación y difundida por la radio pública. Su contenido supuso un importante terremoto político en el país. Gyurcsány reconocía abiertamente que tanto él como su partido habían mentido de forma continua a lo largo de la campaña electoral: “No hicimos nada durante cuatro años. Absolutamente nada. No podéis citar un solo logro significativo del gobierno… Mentimos mañana, tarde y noche”. Estas palabras provocaron una indignación generalizada en toda Hungría. La sociedad húngara, que ya empezaba a mostrarse descontenta con la situación económica y la dirección del país, se sintió traicionada por su gobierno.
La filtración del discurso de Őszöd provocó una oleada de protestas que estallaron en Budapest y otras ciudades importantes. Decenas de miles de personas salieron a las calles exigiendo la renuncia de Gyurcsány y la convocatoria de nuevas elecciones. Las protestas, que empezaron siendo pacíficas, llevaron finalmente a situaciones de violencia. Los enfrentamientos entre manifestantes y la policía se intensificaron, especialmente en Budapest, donde los disturbios se prolongaron durante semanas. La policía utilizó gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua para dispersar a los manifestantes, lo que exacerbó aún más el descontento, llegándose a rodear el Parlamento.
Oportunidad de crecimiento para Viktor Orbán
Mientras las protestas sacudían el país, Viktor Orbán, líder del partido conservador Fidesz, aprovechó la crisis para ganar impulso político. Orbán ya había sido primer ministro entre 1998 y 2002, pero había sido derrotado por el MSZP en las elecciones de 2002 y nuevamente en 2006. Sin embargo, la crisis política que desencadenó el discurso de Őszöd le ofreció la oportunidad de resurgir como el líder capaz de sacar a Hungría de su crisis política y económica.
Orbán adoptó una postura implacable contra el gobierno de Gyurcsány, denunciando la corrupción y la falta de transparencia del MSZP. Su retórica giraba en torno a la traición de la élite política socialista y utilizó los disturbios como prueba de que el gobierno de Gyurcsány estaba fuera de control y había perdido toda legitimidad. Fidesz convocó manifestaciones masivas y movilizó a su base electoral, consolidando a Orbán como la principal figura de oposición.
La caída de Gyurcsány y el declive del MSZP
A pesar de las protestas y de la creciente presión política, Ferenc Gyurcsány rechazó dimitir de inmediato, pese a los llamados de la oposición y las crecientes críticas internas dentro de su propio partido. Sin embargo, su liderazgo estaba gravemente debilitado. La popularidad del MSZP se desplomó de inmediato y la confianza pública en el gobierno socialista se erosionó ya para toda la legislatura.
Los intentos de Gyurcsány de implementar reformas económicas impopulares, incluyendo recortes en el gasto público y aumentos de impuestos, solo agravaron su impopularidad. Finalmente, en 2009, la creciente presión interna empujó a que Gyurcsány anunciara finalmente su renuncia como primer ministro. Fue reemplazado por Gordon Bajnai, un tecnócrata independiente que asumió el cargo en un intento de estabilizar la situación económica del país y preparar el terreno para las elecciones de 2010.
Las elecciones de 2010: la victoria del Fidesz de Orbán
El colapso del gobierno socialista culminó en las elecciones parlamentarias de 2010, en las que Fidesz, liderado por Viktor Orbán, obtuvo una victoria aplastante. Fidesz, en coalición con los democristianos (KDNP), consiguió más del 52% de los votos, lo que le otorgó una supermayoría de dos tercios en el Parlamento, suficiente para realizar cambios constitucionales sin la necesidad de un consenso con otros partidos. Esta victoria no solo devolvió a Orbán al poder, sino que le permitió reconfigurar el sistema político húngaro de una manera que consolidó el control de Fidesz sobre las instituciones del Estado y los poderes económico y mediático.
Orbán aprovechó la oportunidad que le brindaba la supermayoría para llevar a cabo una serie de reformas constitucionales que reforzaron el poder ejecutivo y debilitaron los controles y contrapesos democráticos, incluida la independencia del poder judicial y la libertad de los medios de comunicación. La aprobación de una nueva constitución en 2011, y las reformas electorales que redibujaron los distritos de manera favorable a Fidesz, aseguraron el dominio político del partido durante la próxima década. El gobierno de Orbán se ha descrito a menudo como un modelo de democracia iliberal, un término que él mismo acuñó para describir su enfoque de gobierno autoritario pero respaldado electoralmente.
Este resultado fue devastador para el MSZP, que cayó al segundo lugar con apenas un 19% de los votos, mientras que el partido de extrema derecha Jobbik logró emerger como una fuerza política significativa, consiguiendo un 16% del voto popular. Este colapso de los partidos tradicionales de centroizquierda, que habían tenido un importante peso en la política húngara desde el fin del comunismo, permitió a Fidesz actuar sin oposición significativa.
El gran cambio: Orbán y la democracia iliberal
Una vez en el poder, Orbán utilizó rápidamente la supermayoría para llevar a cabo una serie de reformas constitucionales y legales que han moldeado a su favor la estructura del Estado húngaro. Una de sus primeras acciones fue redactar una nueva Constitución, que fue aprobada en 2011. Su texto, criticado por observadores internacionales y organizaciones de derechos humanos, fortaleció el poder del ejecutivo y debilitó los mecanismos de control, como la independencia judicial y la autonomía de órganos constitucionales.
Entre los cambios más significativos se encuentran:
- Reformas judiciales: Fidesz reestructuró el sistema judicial para colocar a aliados cercanos en posiciones clave, lo que comprometió la independencia de los tribunales. El Consejo Judicial Nacional fue debilitado y los jueces que se oponían al gobierno fueron sistemáticamente apartados o forzados a jubilarse, algo imitado posteriormente en países como Polonia bajo el gobierno del PiS.
- Control sobre los medios de comunicación: Fidesz introdujo una serie de leyes que aumentaron el control del gobierno sobre los medios de comunicación a través de organismos como la Autoridad Nacional de Medios y Telecomunicaciones, controlada por personas leales a Orbán. Medios críticos fueron comprados por oligarcas cercanos al gobierno o enfrentaron presiones financieras, mientras que los medios estatales se convirtieron en portavoces de la propaganda del gobierno.
- Reformas electorales: Fidesz también modificó el sistema electoral para asegurarse de que las futuras elecciones favorecieran a su partido. Se cambió la distribución de los distritos electorales para concentrar el poder en áreas que tradicionalmente apoyan a Fidesz y se redujo el número de escaños en el Parlamento de 386 a 199, de forma que el partido de Orbán podía asegurarse la mayoría con apenas superar el 40 % del voto o incluso menos, dada la fragmentación opositora.
En el ámbito internacional, Orbán ha mantenido una relación tensa con la Unión Europea, a la que acusa de entrometerse en los asuntos internos de Hungría. Aunque no ha buscado que el país salga de la UE, el gobierno de Orbán ha rechazado las políticas comunitarias en temas clave como la inmigración y el Estado de Derecho. Al mismo tiempo, Orbán ha buscado fortalecer las relaciones con regímenes autocráticos como el de Rusia y China.
Ferenc Gyurcsány después de 2010
Tras su renuncia y el colapso del MSZP en 2010, Ferenc Gyurcsány pasó un tiempo apartado de la vida política activa. Sin embargo, en 2011 fundó su propio partido, Coalición Democrática (DK), con la esperanza de reconstruir su carrera política y ofrecer una alternativa progresista al creciente dominio de Fidesz. DK se posicionó como un partido socioliberal y europeísta, en contraposición a las políticas cada vez más nacionalistas y euroescépticas de Orbán.
Aunque DK ha conseguido situarse como principal partido de la oposición en los últimos años, el partido de Gyurcsány nunca ha estado cerca de ser una amenaza del poderío de Fidesz. A pesar de ello, ha sido una de las voces más críticas contra el gobierno de Orbán y ha tratado de liderar a la oposición para enfrentar al partido gobernante en las elecciones. Si bien la reciente irrupción de TISZA en el escenario político húngaro le ha hecho perder el liderazgo de la oposición.
Las consecuencias para la democracia en Hungría
El gobierno de Orbán ha sido descrito por muchos analistas políticos como una erosión lenta pero constante de la democracia en Hungría. Las elecciones continúan siendo libres, como demuestran las victorias opositoras en las elecciones locales en Budapest, pero están cada vez más sesgadas a favor de Fidesz. La oposición política se encuentra fragmentada y debilitada, tanto por las reformas estructurales como por la incapacidad de unificar una plataforma coherente frente al poderío de Fidesz, una situación aprovechada por Orbán.
La libertad de prensa ha sido una de las áreas más afectadas. Según informes de organizaciones como Reporteros Sin Fronteras, la independencia de los medios en Hungría ha sufrido un retroceso significativo desde que Orbán asumió el poder. El pluralismo informativo se ha reducido drásticamente, y buena parte de los medios de comunicación está en manos de empresarios cercanos al gobierno, lo que limita la capacidad de los húngaros para acceder a información crítica o independiente.
Además, la concentración del poder judicial bajo el control de Fidesz ha generado inquietudes sobre el acceso a la justicia y la imparcialidad de los tribunales. Los críticos afirman que el gobierno ha cooptado el sistema legal para protegerse de posibles investigaciones y asegurar la impunidad de sus aliados políticos, minando así el Estado de Derecho, rasgo básico que debe cumplir cualquier estado democrático.
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