Rumanía se encamina hacia una elección presidencial extraordinaria y decisiva, marcada por el recuerdo aún reciente de la grave crisis democrática que obligó a anular la primera vuelta de las presidenciales de noviembre de 2024. El próximo 4 de mayo, más de 18 millones de rumanos están llamados nuevamente a las urnas en un clima político crispado, con el ultranacionalista George Simion como favorito, y una lucha cerrada entre Nicușor Dan, Crin Antonescu y Victor Ponta por acceder a la segunda vuelta del 18 de mayo.
La convocatoria de estos nuevos comicios no estaba inicialmente programada. El Tribunal Constitucional de Rumanía anuló los resultados de la primera vuelta electoral de 2024 tras confirmarse una campaña de injerencia extranjera, impulsada desde Rusia, a favor del entonces candidato prorruso Călin Georgescu. Entre las irregularidades detectadas se incluyen financiación opaca de la campaña (con donaciones no declaradas por un millón de euros), manipulación masiva en redes sociales mediante cuentas falsas, y ciberataques dirigidos a la infraestructura electoral. El escándalo generó una crisis institucional sin precedentes desde el fin del comunismo, y dejó en evidencia las vulnerabilidades del sistema democrático frente a actores externos y al ecosistema digital.
En ese marco, el nuevo proceso electoral ha adquirido un carácter crucial para la legitimidad de las instituciones. La figura más destacada en las encuestas es George Simion, líder del partido de derecha radical Alianța pentru Unirea Românilor (AUR), quien encabeza la intención de voto con un 31,5 %. Su discurso nacionalista, antiélite, conservador y contrario a la Unión Europea ha conectado especialmente con votantes jóvenes, rurales y desencantados, que antes apoyaron a Georgescu. La campaña de Simion se apoya en una narrativa de «rescate nacional» frente a la corrupción, el “colonialismo de Bruselas” y el supuesto colapso de los valores tradicionales.
El segundo puesto, sin embargo, sigue completamente abierto. Crin Antonescu, exlíder liberal, intenta articular una opción moderada y europeísta que recupere la estabilidad institucional. Con un 21,5 % en las encuestas, su perfil de veterano político con discurso sobrio y racional lo mantiene competitivo, sobre todo en sectores urbanos y de clase media. Cuenta con el apoyo de los partidos de la actual coalición de gobierno, los centroderechistas Partido Nacional Liberal y Unión Democrática de Húngaros y el centroizquierdista Partido Socialdemócrata.
Le sigue muy de cerca el independiente liberal Nicușor Dan, con un 20,5 %, respaldado por fuerzas como la USR. Alcalde de Bucarest y matemático de formación, Dan apuesta por un mensaje tecnocrático, reformista y anticorrupción, centrado en la digitalización del Estado y la recuperación de la meritocracia. Su respaldo es fuerte entre los jóvenes urbanos, profesionales y votantes más progresistas que rechazan tanto el radicalismo de Simion como la vieja guardia política.
En cuarto lugar se encuentra Victor Ponta (15 %), exprimer ministro y candidato del centroizquierda, que busca recuperar protagonismo con un mensaje nacionalista y de justicia social, aunque arrastra una reputación afectada por escándalos pasados. Su campaña se concentra en bastiones tradicionales del PSD y en clases trabajadoras, aprovechando el apoyo del PSD a un candidato del centroderechista PNL.
Finalmente, Emilia Lasconi, alcaldesa de Câmpulung, aparece con un 7,5 % como única mujer de entre los principales candidatos. En las pasadas elecciones presidenciales de 2024, logró colarse en segunda posición, superando al actual primer ministro socialdemócrata Marcel Ciolacu. Sin embargo, la candidatura de Nicușor Dan ha eclipsado a Lasconi, llevando incluso a la retirada de apoyo de su propio partido, el USR, que ahora sostiene la candidatura del alcalde de Bucarest.
Más allá de las cifras, esta elección presidencial es vista como una encrucijada para el futuro de Rumanía. El país debe no solo elegir un presidente, sino también cerrar la herida institucional de 2024, reconstruir la confianza ciudadana en el voto y defender su soberanía frente a influencias externas. El resultado marcará si Rumanía opta por el repliegue nacionalista o reafirma su vocación europeísta y liberal. Para el gobierno de coalición podría ser también una importante prueba, pudiendo salir reforzado si finalmente Crin Antonescu es el elegido como nuevo presidente.

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